Cuando navego por la red, me registro en alguna red social o página web, acepto un millón de cookies y otro millón de términos que jamás leí, le daba poca importancia en general a la huella digital, si bien estoy segura que mis búsquedas son de lo más random y van a estar siempre relacionadas con temas de diseño, videojuegos, trabajo, psicología y gatitos, algo que me da esa tranquilidad.
A veces, me había parado a pensar qué información habría de mi en la red, y no es la primera vez que realizaría la búsqueda de mi nombre y apellidos, y el resultado es siempre el mismo: poco más que mi perfil en alguna red social como Facebook o LinkedIn, y una única foto en Google imágenes (en la que ni siquiera se me ve la cara). Es algo que me deja más tranquila, me parece muy importante que mi huella digital sea lo más «pequeña» posible, especialmente de cara a empresas o si en un futuro me lanzara como autónoma o con una marca propia. Tampoco me sorprende porque desde hace algún tiempo, tomé también la decisión de borrar mis datos de sitios en la red que ya no usaba, llegando a escribir un montón de emails a diferentes servicios, apps y webs, para que borraran mis datos de su base.
Pero aunque nos creamos poseedores de nosotros mismos, creo que en el tema redes digitales es muy importante tener en mente que nuestra huella es algo que es difícil de localizar y de eliminar. Considero que hay que ser cautos con qué se publica, con las búsquedas y en qué sitios nos metemos. Es un tema peliagudo ya que una vez que la información entra en la red, estará en manos de cualquier usuario y de sus intenciones, y en la red la información es muy propensa a difundirse a una velocidad incontrolable.
Personalmente uso mis redes sociales para poco más que mantenerme al día con mis amigos y familiares, especialmente viviendo en un país extranjero. En temas laborales me parecen muy útiles y las he usado muchísimo. También, para ver vídeos de interés o simplemente como ocio.